Si tú no validas lo que haces, nadie más lo hará por ti.
Todos —en algún punto— hemos sido, somos y probablemente seguiremos siendo culpables de esto repetidamente aún si en este momento pensamos que por fin logramos vencer al famoso síndrome del impostor.
En mi caso, ha sido una constante. ¿Cuántos años llevo sintiéndome así? Ni siquiera lo sé con exactitud. Lo que sí sé, es que muchas de ustedes probablemente se sienten igual. Y si es así, déjame decirte algo: no estás sola en esto *insertar emoji con ojos lloroso*.
Aunque el síndrome del impostor ha sido mi compañero silencioso por mucho tiempo, fue apenas el año pasado que decidió hacer equipo con mi ansiedad.
Acababa de graduarme, ya tenía trabajo durante la carrera, y me incorporé de tiempo completo justo después de terminarla. Fue un cambio muy radical para mi. Pasé de tener una rutina híbrida a estar en oficina 8 horas al día, todos los días. Ya no era solo alistarme, era planear qué comer, levantarme mucho más temprano y quedarme en un solo lugar tantas horas seguidas, lo cual es muy difícil para mi. Todo esto mientras aún organizaba los pendientes de la graduación, el vestido del baile, la fiesta, pagar cosas…
Y para colmo, mi último semestre no fue precisamente el más bonito. Llegué a ese cierre completamente burnt out, sintiéndome perdida, empezando oficialmente el adulting, y lidiando con una ansiedad tan intensa que empezó a manifestarse físicamente.
Me di permiso de descansar un poco, pero la verdad es que me sentía súper atrasada con mi vida. Me comparaba con personas que ya llevaban más tiempo graduadas, o con creativos increíbles de la industria —que ni siquiera son de mi ciudad— algunas tienen mi edad y otros no pero ya están logrando cosas enormes. ¿Suena irracional? ¡Por supuesto! Pero para mí y mi ansiedad, no lo era.
En lugar de darme el tiempo de adaptarme, decidí exigirme aún más. Organicé mi primer taller de cerámica junto con mi maestra de la universidad. Fue un proyecto muy bonito pero déjenme les digo que terminé agotando la última gota de energía que me quedaba. El taller fue en noviembre… y para diciembre, yo ya estaba completamente agotada.
Sin embargo, y aquí viene lo importante: hoy puedo volver a esos momentos gracias a las fotos y videos que tomé. Documentar mi proceso aun en medio del caos, me ayudó a ver la belleza dentro del burnout. Me recordó que incluso en los días más difíciles, hubo instantes de creatividad, conexión y crecimiento. Este post es un recordatorio: documenta tu vida, para ti. No para subirlo, no por likes, sino para que el día de mañana puedas ver tu evolución, tus creaciones, tus logros. Para recordar a quienes estuvieron ahí apoyándote, aunque tú sentías que no podías más.
Así que mi consejo de hoy (que nadie pidió) ¡Documenta todo! Solo así podrás conocerte a ti misma, bueno entre otras cosas pero tu me entiendes. Documenta sin presión y de manera consciente. Créeme que regresar a esas fotos y videos te harán darte cuenta de que la vida no es tan seria, que puedes permitirte vivir y disfrutar el momento. Lo más importante es seguir aprendiendo de nuestros “fracasos”, continuar levantándonos y sobre todo saber que lo que haces importa, tu importas.
Esta semana te invito a:
Tomar fotitos y videos de las cosas que te ENCANTAN, que digas esto me representa y regresar a ellos después de una semana y te preguntes a ti misma:
¿Qué similitudes tienen cada uno de esos videos y fotos?
Las tqm, nos vemos aquí la próxima semana.
Recuerden que todos los jueves son de blogsito.
-Ale